viernes, 23 de febrero de 2007

Números y Palabras

Primer Problema.

Estoy casado con los números.

Una gran parte de mi tiempo (tiempo que se mide en números) se me va en pensamientos numéricos. Y es un poco como el prototipo antiguo del matrimonio: una forma de pensar con la que me acuesto todos los días. No sólo tengo sexo con ella: me quedo a pasar la noche. Llevamos ya casi tres años de casados (y fueron cinco y pico de noviazgo ante de la fiesta y el arroz para los novios), y si bien el matrimonio es reciente y retiene imprescindibles exabruptos de pasión, me requiere una buena dosis de energía y tiempo diarios y temo que la relación se vaya tiñiendo cada vez más de rutina, automatismos y, eventually, indiferencia.

Es que. En realidad lo que pasa es el segundo problema: tengo una amante.

La conocí más o menos al mismo tiempo que los números; llevo viéndola desde que empecé a pensar en números pero nuestra relación nunca se ensombreció por esa sensación de "tener que" que deviene del concepto de los matrimonios, de tener que llamar cuando uno llega tarde y de no poder llegar siempre tarde o cuando se tiene ganas. Es una relación de tiempos breves e inspirados, de lindas encamanadas y buenas sobrecamas (si se puede hacer sobremesa, por qué no sobrecama)... y sin embargo a veces me da la sensación de que mi amante se está resintiendo de a poco, de que de alguna manera, sin palabras (que es justamente la forma en que la Palabra dice que algo no anda muy bien), me dice que no puedo seguir tirando de la soga indefinidamente, que si la quiero voy a tener que divorciarme de los números.

Ocurre, ¿sabe? que no es sencillo... son, entre noviazgo y matrimonio, casi ocho años de Números... no nos llevamos realmente mal, sólo que los Números tienen una forma de pasión perfecta y fría que desde luego la Palabra no comprende (es más, se burla de esa pasión razonada y medida, llena de límites por todas partes) y me doy cuenta, con un poco de asombro, que soy incapaz de desprenderme de mi esposa y de mi amante, recuerdo un personaje femenino de Cortázar que decía ¿por qué no puedo estar con los dos o que los dos sean uno? y finalmente me doy cuenta de la solución perfecta a mi dilema ... ¡estar casado con
mi amante y tener de amante a mi esposa!

Irónicamente, una simple permutación matemática para comer perdices y que el principio de exclusión se vaya al cuerno.

7 comentarios:

Espirtual Fighter dijo...

Bienvenido al club. Hacemos reuniones cuando ambas de nuestras amantes/esposas no nos están requiriendo nuestra completa atención. Lo patético es que despues nos pasamos hablando de ellas en vez de emborracharnos e ir de putas como se correspondería.

Unknown dijo...

Es que cuando uno empieza a acumular, y ya acumuló bastante, se da cuenta de que hay que sacarse el peso de encima.

Rafa Franco dijo...

Es una fragmentacion de lo femenino que en realidad es una duplicidad nuestra:su frialdad responde a nuestra necesidad de limites, su pasion responde a nuestro deseo de eliminarlos aunque sea un rato. Me parece que tenemos lo que queremos.

Cristina Bozzoli dijo...

Creeme que en cuanto "formalices" con tu amante, lo clandestino va a adquirir gusto a rutina indefectiblemente.

Ignacio dijo...

Así que no crees en el amor verdadero Lucy...? (ése que nunca cansa)

Cristina Bozzoli dijo...

Creo en el amor verdadero pero no eterno. Un amor verdadero puede durar un mes, un año o toda una vida. Los que duran toda una vida y siguen siendo verdaderos hasta el final son tan poco frecuentes como las probabilidades de ganar la lotería. What are the chances?

tambien lorena dijo...

Tarde el comentario... pero, los números son insaciables, las algebras terriblemente bellas, los tiempos implacables -sobre todo si divergen- ¿que chance hay? (mierda! yo pase por esto!)